De todas las funciones fisiológicas inconscientes, la respiración es la única que podemos controlar, por lo menos en parte.
Nos es posible acelerar, retardar e incluso detener voluntariamente la entrada o salida del aire en los pulmones; sin embargo no podemos actuar a voluntad sobre la digestión, la circulación sanguínea u otras funciones fisiológicas. Esta facultad de control nos permite a su vez rectificar los desarreglos eventuales de este reflejo.
En actitud equilibrada, deberíamos poder respirar tranquila y profundamente, utilizando sin esfuerzo la amplitud de nuestros pulmones y la elasticidad de nuestra caja torácica.
Salvo alguna excepción, se respira por la nariz, siendo ésta un filtro por donde ha de pasar el aire inspirado y espirado.
Debe ser excluido todo esfuerzo muscular: nada de inspiraciones violentas o ruidosas. Se trata de un reflejo que hay que mantener en libertad.
En Yoga se empieza espirando para vaciar al máximo los pulmones del aire gastado que se estanca en ellos continuamente.
Es aconsejable, para inspirar, esperar a tener necesidad del aire que llenará los pulmones de manera espontánea, sin ruidos.
En la espiración, el diafragma sube y la zona abdominal se expande y se relaja.
En la inspiración, el diafragma desciende masajeando todas las vísceras abdominales.
De este modo se llevan a cabo las tres fases de la respiración completa -abdominal, torácica y clavicular- sin sacudidas ni brusquedades.
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