¡Suenan campanas, brillan estrellas ;D
¡Esta semana En Danza celebra su quinto aniversario!
En aquellos días tristes de octubre de 2010 -mi padre recién había fallecido-, solía sentarme en el porche después de cenar para observar la noche...
Había estado hablando con mi primo Jesús de su blog de relatos Luz y Papel y le había echado un vistazo; de paso había visitado otros blogs al azar, adentrándome en un mundo aún desconocido de blogs personales de temas muy diversos...
Y aquella noche me decidí, sin dar más vueltas agarré el portátil y me dispuse a abrir uno... Disfruté eligiendo colores, formas y tamaños de letras y títulos, seleccioné y edité algunas fotos... Pero, una vez diseñado el espacio ¿qué iba a contar si precisamente me sentía enmudecida? Da igual, me dije... ya irá saliendo algo...
Como seguramente habréis percibido, no soy de muchas palabras, tal vez por eso nunca imaginé, ni por asomo, que en esta andanza iba a conocer a gente... tan extraordinaria!
Mil gracias por vuestras interpretaciones e inspiración, por vuestro apoyo, ánimo, y cariño,
vuestra presencia es sin duda, una parte fundamental de este En Danza.
Maya caminaba por el campo, aún no había amanecido. A lo lejos, divisó un frondoso bosque, y sin saber porqué, sus pasos le llevaron a adentrarse en él. Maya respiró hondo, agudizando todos sus sentidos.
Al poco rato, le invadió un penetrante aroma a madera y a tierra mojada. Los pájaros, que iban despertando, trinaban sin parar. Maya cerró los ojos para sentir la suave caricia de la brisa en ese instante. Percibió un sabor dulce en su boca, algo así como a bizcocho de mantequilla. Abrió los ojos y vio que el sol ya empezaba a asomar.
Siguió su marcha -bajo sus pies las hojas secas crujían a su paso-, encaminándose hacia un claro con un lago. El sol ya lucía arriba, redondo, brillante; a lo lejos, un abanico de tonalidades rojas anaranjadas.
Maya se sentó a observar esas aguas calmas y claras de ese tan apacible lago, en cuyo centro divisó una hermosa flor de loto blanca que iba abriéndose... Y fue en ese preciso segundo de inmensa serenidad, en el que Maya atisbó sus raíces. Y entendió su mundo: en el que su madre representa la fuerza, la vitalidad, la resistencia; y su padre, la bondad, la honestidad, la lealtad.